“El título es de mi madre y ella debe recibirlo”

“Claro que voy a llevar a mi madre a la promoción cuando me gradúe como médico y que a ella le den el título. Es de ella”, exclamó con vos entrecortada el joven Carlos José Díaz Espinoza a la pregunta de qué haría con su mamá el día que se gradué como médico de la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua, Managua (UNAN Managua).

Carlos José concluyò del Tercer Año de la Carrera Medicina en la Facultad de Medicina de la UNAN Managua en el Recinto Universitario Rubén Darío (RURD Managua).

Él es un digno ejemplo que deben seguir miles de jóvenes pobres de Nicaragua, sobre todo quienes no han podido seguir sus estudios superiores porque sus familias son de bajos recursos o que han preferido el mundo de la vagancia que abrirse con garra un futuro mejor; sino que se han quedado conformados, repitiendo pobreza que seguir luchando contra las adversidades, que han dejado sus estudios superiores enterrados, como si fueran algo inalcanzable.

Carlos José Díaz Espinoza conversando con el maestro Julio César Abaunza Flores, Decano de la UNAN FAREM Chontales. Le estaba relatando su dramática, pero a la vez inspiradora historia de sus sacrificios para estudiar la carrera de Medicina en la UNAN Managua

Esa situación económica no ha sido una muralla frente al sueño de este joven de 21 años de edad, nacido el 27 de octubre de 1998 en la ciudad de Camoapa, departamento de Boaco, hijo de doña Francis del Socorro Espinoza González, quien ha sido su inspiración en la continuación de sus estudios universitarios; pues además de darle la vida, ella nunca se ha desanimado en trabajar a diario como Asistente del Hogar para garantizarle el sustento, vestuario, calzado y educación hasta el nivel universitario, con el gran sueño de que él también logre alcanzar esa meta, ser médico.

Carlos José relató que desde los cinco años fue llevado al Centro de Desarrollo Infantil “Antorchita Cristiana” y después estudió la primaria en la Escuela “Agustina Miranda de Quezada” de dicha ciudad y de ahí saltó al Instituto Nacional de Camoapa “Doctor Salvador Guadamuz”, donde se bachilleró en el 2014.

Solo ellas han sido mi apoyo

La conversación con Carlos José estuvo dominada por las emociones, porque al recordar esos duros o emocionantes momentos de su vida, la voz se le entrecortaba y le rodaban las lágrimas. Aseguró que las únicas personas con quienes siempre han estado a su lado son su mamá Francis del Socorro Espinoza González y su abuelita Saturnina González, quien ahora tiene 82 años. “Sólo ellas han sido mi apoyo. Sólo ellas me han acompañado toda la vida”, sostuvo.

Con su mamà Francis del Socorro Espinoza González y su abuelita Saturnina González, quien ahora tiene 82 años. “Sólo ellas han sido mi apoyo. Sólo ellas me han acompañado toda la vida”.

De su papá no recuerda un instante con él, “porque abandonó a mi mamá. No recuerdo ni un momento con mi papá. Nunca he vivido con él. En mi memoria no hay recuerdos de una infancia donde él esté presente, donde siempre éste acompañándome”, dijo con una tristeza que se observaba en su rostro.

¡Eso golpea fuerte y no queda otra que afrontarlo con actitud y creo que ese es uno de los momentos que me ha marcado más y me ha llevado (impulsado) al nivel académico donde estoy actualmente”, relató siempre con voz entrecortada.

Agregó que como su mamá no tenía capacidad para los gastos de sus estudios, ella logró el apoyo de la organización española “Saint Just Solidary”, que le dio una beca para toda la secundaria. “Yo recibí todos los materiales y asumieron los gastos de estudio, mientras yo mantuve mi promedio de notas que no bajó de 80 puntos. Así continué mi vida académica, siendo becado”, dijo.

Su vida ha estado marcada por las dificultades económicas, pero no ha faltado y ha sido abundante el amor de su madre y de su abuelita, y eso lo expresa con gran felicidad en su rostro, como si las tuviera al frente para abrazarlas y agradecerles tanta entrega hacia él.

Ayudar a la gente

Quizás por esas limitaciones vividas es que siempre está dispuesto a servir a la comunidad. Por eso, cuando ya estaba en Quinto Año de secundaria pensaba en qué iba a estudiar en la universidad. “A mí siempre me ha gustado ayudar a la gente, porque esa es una manera de ayudar a cambiar algo en las personas, pero consciente de que no puedo cambiarle sus condiciones de vida, pero sí puedo ayudarles en algo”.

En un recorrido por los pasillos de la UNAN FAREM Chontales observando uno de los monumentos que hay en los pasillos de la facultad. Aquí ante la estatua del Cacique Chontal, réplica de la original del Museo «Gregorio Aguilar Barea» de Juigalpa

Fue entonces que decidió estudiar Medicina, para ayudar a la gente, sobre todo a los mas pobres, que necesitan atención médica, pero inmediatamente también se hizo la pregunta: “¿Cómo voy a hacer para estudiar medicina? Y lo primero que se me vino a la cabeza fue la UNAN Managua”. Explicó que pensó en la UNAN Managua porque es una universidad pública, de alta calidad educativa y que porque casi no se paga nada, sólo las pre matrículas cada semestre.

Fue con esa meta fija en la mente, que nueve meses antes de la fecha para hacer el Examen de Admisión en la UNAN Managua, comenzó a prepararse para estudiar Medicina en la UNAN Managua.

Y así lo hizo. Viajó a Managua con su mamá para pre matricularse y después, en enero del 2015 hizo el Examen de Admisión. Pero recibió un golpe muy fuerte, no clasificó para estudiar la carrera soñada, porque quedó en la segunda opción que era Licenciatura en Enfermería en Cuidados Críticos.

Sintió mucha desilusión, porque “no era lo que yo esperaba, porque había hecho un gran esfuerzo estudiando y consideraba que había hecho un buen examen. Sin embargo, decidí que tampoco iba a dejar esa oportunidad para superarme, de ser alguien productivo que puede ayudar a la sociedad. Hice el primer año de enfermería, pero todo el año pasé pensando en estudiar medicina y me dije: Debo esforzarme mucho para pasar bien este primer año y voy a volver a intentarlo el próximo año y lograré estudiar medicina”.

“No regresaré derrotado, sino con un título que pondré en sus manos”

Carlos José comenzó a estudiar enfermería en el Instituto Politécnico de la Salud (POLISAL) de la UNAN Managua en el año 2016. Había llegado con su mochila cargando su ropa y los únicos 200 córdobas que doña Francis del Socorro pudo darle.

Ese día, al despedirse de ella en Camoapa la abrazó muy fuerte y muy firme le expresó: “Yo le aseguro que no voy a regresar con mis maletas derrotado, por muchas dificultades que tenga, no voy a regresar así. Yo le prometo que cuando vuelva, Usted va a tener un título en sus manos”

“Yo sé que mi mamá se levanta todos los días a las 5:00 de la mañana para alistar a mi hermanita de 13 años, Yubelka Yunieth Espinoza, para que se vaya a clase y para dejarle comida a mi abuelita de 82 años, y luego se va a trabajar. Yo digo, este sacrificio debo valorarlo porque ella sale a ganarse el pan de cada día para tener como darnos de comer y tener para ayudarme a diario. Por tanto, no puedo fallarle, de ninguna manera. Esa es una promesa que le hice desde que me vine a estudiar enfermería”, relató Carlos Daniel, que no puede dominar su emoción y comienzan a enrojecer sus ojos, al tiempo que se le derraman las lágrimas y no puede seguir hablando.

Haciendo gestiones acadèmicas ante la profesora MSc. Marìa Mercedes Zapata Quintanilla, Secretaria de Facultad de la UNAN FAREM Chontales

Su mamá es la guía de su vida

Alguien podía tomar otro camino estando y viviendo libre en Managua, como presa fácil de la vagancia y de los vicios, pero eso no encontró asidero en Carlos José.

“Vicios y personas que induzcan abundan, pero lo que me ha hecho valorar de cuando voy a tomar una decisión errónea es pensando en mi mamá. Como mantengo una buena y constante comunicación con ella, o ella me llama las veces que puede. O yo la llamo para saber cómo está, preguntarle si ya comió, si está bien, entre otras cosas, o escucharle su voz, saber de ella. Pensar en ella me hace reflexionar en que no puedo fallarle, de ninguna manera. Esa fue la promesa que le hice desde que me vine a estudiar enfermería, que no le fallaría”.

El primer día en clase, en vez de estar atento, estaba preocupado en cómo haría para alimentarse y dónde dormiría, porque en su mochila sólo cargaba con algunos cuadernos que le había comprado su mamá y poca ropa; sólo un edredón que ella le había metido en una bolsa de plástico negro y lo despidió: “Bueno mi niño” y lo abrazó. Seguidamente le dio los únicos 200 córdobas que tenía para pagar el pasaje hacia Managua y sobrevivir en la universidad, donde ya llegó con sólo 150 córdobas.

Fue su primo Branwel Espinoza, quien ya estudiaba en la universidad, él que un 8 de marzo del 2015, lo llevo a su aula de clase en el edificio 54-11 del RURD. En el aula no dejaba de pensar en donde podría dormir y como haría para alimentarse toda la semana.

Y aunque hacia esfuerzo para concentrarse, diciéndose así mismo: “Si sigo así, no me irá bien”. Ese mismo día conoció a Luis Enrique, un joven de Diriomo, Granada, que estaba en igual situación, y se hicieron amigos y también compartían sus penurias.

Carlos José tampoco vislumbraba mejores condiciones porque no tenía posibilidad de recibir una beca pronto, porque había tenido un promedio de 88 puntos en el Examen de Admisión y para optar a la beca necesitaba 90 puntos.

“Yo cargaba mi mochilita con los cuadernos y mi poca ropa, y estaba la pregunta en mi mente: dónde voy a dormir”, cuando nuevamente se encontró con su primo Branwel, a quien relató la angustia en que se encontraba. Este prometió ayudarle en lo que estuviera a su alcance y por el momento “te voy a dar raid –alojamiento- en el internado y ahí viviremos a como se pueda”. Se lo llevó al internado ubicado en la colonia Miguel Bonilla, frente al RURD. Ahí tendió el edredón y dormía en el suelo.

Carlos Josè afirmó que nunca ha perdido un año académico; ni en primaria, ni secundaria ni en la universidad, porque sería una gran irresponsabilidad contra su madre que trabaja a diario para ayudarle a cumplir su sueño de ser mèdico

Mangos celeques y pinolillo como alimento diario

Pero como estaba sin dinero para comprar alimentos, se levantaba muy temprano, antes de las 6:00 de la mañana con el otro joven, Luis Enrique, quien estaba en igual situación, y como en esa zona hay muchos árboles de mango, iban a cortar esas frutas y con eso desayunaban.

Como la mamá de Carlos José “me había aliñado pinolito y azúcar, batíamos y, así desayunábamos e igual cuando regresábamos de clase, con mangos celeques y pinolillo. Ahora bromeamos de esas anécdotas, porque él todavía está conmigo en el internado”.

Esta situación mejoró cuando en la universidad comenzaron a darles tres bonos a la semana; uno para almorzar y dos para cena. Entonces intercalaban como alimentarse. El lunes almuerzo y el martes y miércoles cena o jueves sólo cena, lo demás lo completaban con mangos celeques y pinolillo.

Así fue su primer semestre en el RURD, con la meta de lograr notas buenas y para el segundo semestre llegar al promedio que le diera derecho a beca. “Y lo logré, desde entonces no la he soltado”. Ahora su meta es lograr mantener la Beca Interna Especial durante el Cuarto y Quinto Año de Medicina en Áreas Clínicas. “Esa es mi preocupación, porque con lo que mi mamá gana no puede apoyarme màs”.

Al culminar el Primer Año de la Licenciatura de Enfermería en Cuidados Críticos, no podía hacer el traslado a Medicina en el segundo año porque había alcanzado el promedio de 88.80 y para hacer el traslado necesitaba 90. Entonces, al regresar de vacaciones a su natal Camoapa, llegó con la idea de reiniciar los estudios para prepararse y nuevamente hace el Examen de Admisión y clasificar en Medicina.

“Con vos no hay pérdida alguna”

De inmediato fue a buscar a sus antiguos profesores y amigos Marvin Guerrero, para que le ayudara a estudiar las matemáticas; y a su hermana Reyna Guerrero en Lengua y Literatura Hispánicas, quienes le cobraron sólo 300 córdobas.

Sin embargo, esa cantidad era mucha para Carlos José, por lo que les dijo que no tenía como pagarles, que en cuanto pudiera les pagaría. Como ellos le tenían mucha estima y le reconocían sus esfuerzos como estudiante y que todos los sacrificios que hacía su mamá, el profesor Marvin le respondió: “Tranquilo. No hay problema. Con vos no hay pérdida alguna”.

De inmediato le prestó dos libros, uno de matemática, otro de aritmética y uno de álgebra, además de las guías de estudio de la UNAN Managua.

Estoico

Desde ese momento se metió de lleno a estudiar sin horario. En cuanto llegó a casa buscó una mesita y se puso a estudiar en la sala. Casi no comía, a veces nada. Se acostaba hasta la madrugada, pero su mamá tampoco podía dormir por estar pendiente de él y se levantaba a exigirle que se acostara, porque aunque le daba orgullo su estoicismo, su calidad como hijo, tampoco quería que se le enfermara o volviera loco, como ella le expresó.

Carlos Josè expresò que se sentìa muy agradecido de todo el apoyo que ha encontrado en la UNAN Managua, porque le abriò sus puertas y sin ella no habrìa estudiado a carrera de Medicina

Entonces se acostaba a las 2:00 de la mañana, pero antes de las 6:00 de la mañana estaba nuevamente en pie y en la sala, estudiando. A las 8:00 am se bañaba y alistaba para irse donde los profesores, donde llegaba a las 9 de la mañana y con ellos estudiaba hasta el mediodía. Al regresar a su casa se ubicaba en la mesita y se ponía estudiar hasta en la madrugada que su mamá volvía a increparle que descansara.

Él entendía a su madre y la abrazaba y se iba a ir a acostar. “Esa fue mi rutina durante dos meses; diciembre del 2015 y casi todo enero del 2016, porque el 22 de enero del 2016 regresó a la UNAN Managua para hacer el Examen de Admisión, con su meta firme, “estudiaré Medicina”.

Se puso a hacer la prueba, pero antes se dijo a sí mismo. “Esta es la última oportunidad que tengo en mi vida para estudiar la carrera que yo quiero y no voy a tener otra. Yo iba con una gran presión sobre mí y sabiendo de la responsabilidad que me había puesto encima. Iba a hacer el examen con gran temor, pero muy concentrado en él y en mi meta”.

“El examen fue en el pabellón 27. Sin embargo, cuando me dieron las hojas de la prueba me olvidé de la presión y muy concentrado me puse a hacerlo. No me importaba el tiempo ni quien estaba a mí alrededor. Fui el penúltimo en entregar el examen resuelto. Me tomé todo mi tiempo”, relataba mientras en su rostro reflejaba la satisfacción del objetivo alcanzado. Luego de ese día, pasó una semana de angustia, esperando el resultado. “Esa semana casi no dormí, porque me la pasaba pensando en el resultado”.

¡Siiii, clasifiqueeeeeeeee!

Llegó el momento. El día anterior llamó a su amigo Nigel Jahzeel Rivera Flores en Camoapa y le pidió que le prestara su computadora al siguiente día para ir a saber del resultado por internet. El amigo le respondió afirmativo.

Y así fue. A las 6:00 de la mañana ya estaba donde su amigo que junto a sus padres las licenciada Magda Flores y José Rivera, quienes ya lo esperaban. El amigo le dio la computadora y lo dejaron sólo en la sala. Abrió el portal de la UNAN Managua e ingresó con su clave y… ¡Eureka! ¡Ahí estaba el resultado! No quería abrirlo, estaba nervioso, pero le dio enter y apareció a su vista la palabra “Clasificó en Medicina”.

Debido a la alegría comenzó a gritar. Su amigo y sus padres llegaron corriendo para saber que le había ocurrido y le preguntaron “¿Qué pasó Carlos?”. Al verlos les gritó: ¡Clasifiqué en Medicina!, lo que repetía con una alegría incontrolable. En broma su amigo le respondió: “¿Revisa bien si sos vos. Estas seguro que sos vos?” “Si, soy yo. Ahí está mi número de matrícula con mi nombre”, les respondió.

Seguidamente se despidió de ellos y salió raudo hacia su casa para darles la estupenda noticia a su mamá y a los maestros que le había ayudado a estudiar.  Como los maestros Guerrero viven a media cuadra antes de llegar a su casa, les pasó informando y agradeciendo.

Carlos y una compañera de estudios con niñas del municipio de Cárdenas, Rivas, durante la jornada de salud desarrollada en marzo del 2017

El triunfo es más de mi madre que mío

Siguió corriendo hacia su casa, pero su mamá que también estaba angustiada, había salido a buscarlo. Ella también se puso muy feliz al verlo con tanta alegría. Ahí, en la calle, la abrazó y besó, expresándole: ¡Clasifiqué en Medicina! Ese fue un momento muy emocionante y un día muy importante para nosotros. Ese fue un triunfo más de ella que mío”.

Fue así que en el 2016 regresó a la UNAN Managua, pero no para continuar la carrera de Enfermería, sino para comenzar a estudiar la carrera de sus sueños, Medicina, en la que ahora cursará el Cuarto Año en la Facultad de Medicina de la UNAN Managua.

“Yo quiero hacer mi Sexto Año de Servicio Social en Camoapa, porque tengo el sueño de desempeñarme como médico sirviendo a mi pueblo, y luego como especialista también lo quiero hacer aquí en cualquier comunidad de Nicaragua, para llegar a las comunidades donde hay mucha gente que se muere por falta de atención médica”.

Esta es la historia de un joven resiliente, quien a pesar de las dificultades económicas, nunca se dio por vencido, sino que siguió luchando por alcanzar su sueño, ser médico y servir a la sociedad y lo logró.

¡2019: Año de la Reconciliación!

¡A la libertad por la Universidad!

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